miércoles, 31 de julio de 2013

So... What's Next!?

  Cursando quinto año, a punto de cerrar una gran etapa para comenzar otra. Tantas dudas, miedos y curiosidades... todo nos remite a una sola pregunta: y, ¿ahora qué?
  Aparece la famosa crisis del qué estudiar, qué hacer con mi vida, quién quiero ser, qué esperan los demás de mí, qué, qué, qué y más QUÉ. Pareciera que se nos viene el fin del mundo, que el hecho de terminar el colegio secundario implica el final de nuestra vida “feliz” y sin preocupaciones. Sin embargo, eso no es más que un mito muy, muy errado. Este no es el final de nuestras vidas, es apenas el comienzo.
  En mi caso particular, la indecisión está a la orden del día. Creo que, sin ánimos de exagerar, pasé por prácticamente todas las carreras en el lapso de dos años. Mis amigos, familia y profesores intentaban darme sus opiniones, pero cada cosa que decían sólo me confundía más y más.
  Leyendo un artículo en una revista acerca de la orientación vocacional hace unos meses, me encontré con un consejo bastante interesante: “a la hora de elegir una carrera, recordá qué disfrutabas hacer de niño, ahí está tu esencia”. Vaya estupidez, pensé en un principio; ¿bailar? ¿cantar? ¿dibujar? ¿dormir? ¿Se supone que eso iba a ayudarme a encontrar mi verdadero yo?
  No fue hasta después de hacer una tarea para el colegio que hice el “clic” que necesitaba haber hecho hace mucho tiempo. La profesora nos pidió que escribiéramos una historia, un cuento, una nota periodística, lo que sea que nos pareciera más cómodo. Mientras pensaba y escribía, sentí un gran placer al hacerlo, algo que nunca había sentido a la hora de hacer tareas del colegio. Fue entonces que comencé a tener “flashes” de experiencias vividas: cuando estaba en primaria me la pasaba escribiendo extraescolarmente, me encantaba hacerlo y mi maestra siempre me felicitaba; cuando nos preguntaron qué queríamos ser en el futuro, yo automáticamente dije “quiero ser escritora”,  y nuevamente conté con el apoyo de mi maestra; hubo un verano entero que, a falta de internet, me la pasé escribiendo una novela (la cual jamás terminé). Todos estos recuerdos hicieron que me avivara acerca de qué era lo que en verdad me gustaba, y por dónde iba mi camino en realidad.
  Sentí una gran felicidad al encontrarme a mí misma, todo ese viaje hacia al autoconocimiento me había resultado muy satisfactorio, además de haber encontrado mi esencia en lo que en algún momento creí que era una falacia. Sin embargo, toda parte positiva tiene su contraste; y allí me encontraba yo, sabiendo a qué iba a tener que enfrentarme a la hora de comentarle a los demás qué quería ser. Sabía que no iba a contar con mucho apoyo, y que muchos conocidos iban a sentirse algo decepcionados por mi elección. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Estudiar y trabajar de algo que no me gusta sólo para complacer a los demás? No, ya no más. Toda la vida siempre busqué tener la aprobación del resto. Pero hasta acá llegué, por más que suene un tanto cliché, voy a seguir mi vocación para hacer lo que en verdad me apasiona: escribir. Nada más me importa ahora. Y sí, admito tener mucho miedo al fracaso; pero, por otro lado, me admiro a mí misma por tener la fuerza de voluntad para ignorar las críticas externas.


“Soñamos escribiendo, escribimos para soñar”

martes, 30 de julio de 2013

Behind the mask


  Nunca fui la clase de chica a la que le gusta causar problemas o llamar la atención. No, siempre fui relativamente tranquila y pasaba desapercibida a todo momento; tanto, que muchas veces ni siquiera notaban mi ausencia. Se podría decir que era algo así como “invisible” al ojo humano... por lo menos hace algunos años. Sin embargo, mi propósito no es escribir para dar lástima. No, quiero que todos conozcan mi verdadero yo, y cómo una persona cambia gracias a las enseñanzas que la vida va dejando a lo largo del camino. Quiero destacar que nada es para siempre y, por más que duela, ésta es una gran verdad a la que debemos aferrarnos, todo y todos cambian. Sin embargo, la vida continúa. Cada final es un nuevo comienzo, una nueva historia en nuestras vidas...
  Ya desde pequeña empecé a adaptarme a los finales; nueva casa, nuevo colegio, nuevo entorno. Este ciclo se repetía constantemente en mi vida. De esta forma, nunca llegaba a formar grandes amistades ni a encariñarme demasiado con las personas, lo cual, supongo, es algo positivo; las despedidas hubieran sido mucho más dolorosas de haber sido así. Sin embargo, hubo un punto en mi vida en el cual todo pareció estabilizarse. Y allí estaba yo, siendo la “chica nueva” otra vez, en un colegio diferente. A comparación de los demás, este colegio difería en que era religioso, todo giraba ahora en torno a Jesús.
  Todavía recuerdo mi primer día de clases a la perfección. Me encontraba totalmente tímida y callada en un rincón, mientras todos corrían y se divertían por doquier. Al momento de tener un lugar en el aula, me encontré nuevamente aislada de los demás. Sin embargo, mi profesora fue quien nos ubicó. Creo que estoy en deuda con ella, de no haber sido así quizás hoy en día mi vida sería completamente diferente. Así conocí a cierta personita, quien hasta el día de hoy sigue siendo mi mejor amiga. Es de esas personas en quien uno puede confiar ciegamente, que lo dan y sacrifican todo por sus amigos. Cada vez que recordamos estas épocas siempre me señala cosas como "¿te acordás cuando eras re tímida? ¿cuándo casi ni hablabas? ¡Cómo cambia todo!" Así es... todo cambia, pero lo importante es que nosotras siempre nos mantuvimos unidas sin importar nada.
  A pesar de que cuando estaba en sexto grado tuve una fuerte pelea con mi amiga y, en consecuencia, me cambié de colegio, luego de algunos años retomamos nuestra relación. Creo que esa pelea nos hizo más fuertes, hoy en día es la hermana que nunca tuve. Pues bien, sí, volví a cambiarme de colegio. Aquí iba todo el proceso de nuevo; un nuevo comienzo, un nuevo entorno, una nueva adaptación. Sin embargo, en este colegio todo se me hizo mucho más difícil. Al ser más grande, los grupos ya estaban formados, por lo que me costó mucho hacer amigos. Finalmente formé un grupo bastante sólido, que duró muchos años y jamás voy a olvidar. Si hay algo que he aprendido es que no importa la cantidad de amigos, sino la incondicionalidad de los que se tenga. Y mi grupo de amigos era un fiel reflejo de eso; siempre estaban ahí para mí, tanto en los momentos difíciles como en los felices.
  Cuando empecé la secundaria, todo volvió a cambiar. El grupo de amigos que había formado volvió a separarse, cada quien se fue a un colegio diferente, obligándome a tener nuevamente otro comienzo. Para ese momento ya estaba harta de los finales, sin embargo, ya eran parte de mí, algo a lo que estaba acostumbrada y no por eso iba a dejar de salir adelante.
  Ya en segundo año volví a tener otro comienzo, una pelea por la cual pude conocer mejor a otra compañera, quien se hizo una gran amiga mía. Ese año fue bastante complicado, ya que tuve que empezar con tratamiento psicológico a causa de un tema familiar, y la pelea no ayudó mucho.
  Pero como ya he dicho, todo y todos cambian, por lo que uno debe acostumbrarse a estas situaciones. Como dicen, “es más fuerte quien se cae y se levanta, que quien nunca se ha caído”. Mi vida hasta ahora ha sido un fiel reflejo de esta frase, ya que sin importar la cantidad de veces que me caí, siempre volví a levantarme, sin importar cuánto me pudo haber costado.
  Mi tercer año fue algo diferente a lo que estaba acostumbrada; nuevas amistades, nuevas salidas, nuevas experimentaciones... Sin embargo, nada de esto parecía llenarme del todo, siempre sentía que algo me faltaba.
  Ahora me encuentro en quinto año, así es, el año en el que todos desean estar, el año del viaje de egresados, la fiesta... básicamente “EL año” para la mayoría de las personas. Pero esto no se aplica en mí. No, ha sido un año bastante duro para ser honesta. Como habrán de imaginarse a esta altura, todo indica un nuevo final en mi vida. Y así es.
  No voy a entrar en detalles, pero cabe destacar que en lo que va del año tuve que "despedirme" de personas a quienes consideraba grandes amigos. Pero, como siempre digo, de todo se aprende. Y sí, en este tiempo he aprendido bastante. El hecho de tener gente a mí alrededor criticándome en un principio me hizo parecer débil. Sin embargo, luego me di cuenta que lo único que esto generaba era hacerme cada vez más fuerte. Pude darme cuenta quienes me quieren de verdad, lo cual siempre me costó reconocer. A decir verdad, estoy casi que agradecida por todo lo que pasó; de no haber sido por ello, no tendría el grupo sólido de amigos que tengo hoy en día, gracias a que el alejarme de los demás implicó acercarme más a ellos. Personas simplemente increíbles a quienes les debo todo.


  Y sí, lo admito, el dolor de dejar atrás a personas que en el pasado significaron mucho es bastante grande. Pero así es como uno aprende, y este año definitivamente ha sido en el que más he aprendido. Muchos me juzgan y hablan de más, pero, ¿qué importa? Quienes en verdad me quieren no me juzgan y saben que mis malas decisiones no determinan lo que soy. No, una persona vale mucho más que eso...