martes, 30 de julio de 2013

Behind the mask


  Nunca fui la clase de chica a la que le gusta causar problemas o llamar la atención. No, siempre fui relativamente tranquila y pasaba desapercibida a todo momento; tanto, que muchas veces ni siquiera notaban mi ausencia. Se podría decir que era algo así como “invisible” al ojo humano... por lo menos hace algunos años. Sin embargo, mi propósito no es escribir para dar lástima. No, quiero que todos conozcan mi verdadero yo, y cómo una persona cambia gracias a las enseñanzas que la vida va dejando a lo largo del camino. Quiero destacar que nada es para siempre y, por más que duela, ésta es una gran verdad a la que debemos aferrarnos, todo y todos cambian. Sin embargo, la vida continúa. Cada final es un nuevo comienzo, una nueva historia en nuestras vidas...
  Ya desde pequeña empecé a adaptarme a los finales; nueva casa, nuevo colegio, nuevo entorno. Este ciclo se repetía constantemente en mi vida. De esta forma, nunca llegaba a formar grandes amistades ni a encariñarme demasiado con las personas, lo cual, supongo, es algo positivo; las despedidas hubieran sido mucho más dolorosas de haber sido así. Sin embargo, hubo un punto en mi vida en el cual todo pareció estabilizarse. Y allí estaba yo, siendo la “chica nueva” otra vez, en un colegio diferente. A comparación de los demás, este colegio difería en que era religioso, todo giraba ahora en torno a Jesús.
  Todavía recuerdo mi primer día de clases a la perfección. Me encontraba totalmente tímida y callada en un rincón, mientras todos corrían y se divertían por doquier. Al momento de tener un lugar en el aula, me encontré nuevamente aislada de los demás. Sin embargo, mi profesora fue quien nos ubicó. Creo que estoy en deuda con ella, de no haber sido así quizás hoy en día mi vida sería completamente diferente. Así conocí a cierta personita, quien hasta el día de hoy sigue siendo mi mejor amiga. Es de esas personas en quien uno puede confiar ciegamente, que lo dan y sacrifican todo por sus amigos. Cada vez que recordamos estas épocas siempre me señala cosas como "¿te acordás cuando eras re tímida? ¿cuándo casi ni hablabas? ¡Cómo cambia todo!" Así es... todo cambia, pero lo importante es que nosotras siempre nos mantuvimos unidas sin importar nada.
  A pesar de que cuando estaba en sexto grado tuve una fuerte pelea con mi amiga y, en consecuencia, me cambié de colegio, luego de algunos años retomamos nuestra relación. Creo que esa pelea nos hizo más fuertes, hoy en día es la hermana que nunca tuve. Pues bien, sí, volví a cambiarme de colegio. Aquí iba todo el proceso de nuevo; un nuevo comienzo, un nuevo entorno, una nueva adaptación. Sin embargo, en este colegio todo se me hizo mucho más difícil. Al ser más grande, los grupos ya estaban formados, por lo que me costó mucho hacer amigos. Finalmente formé un grupo bastante sólido, que duró muchos años y jamás voy a olvidar. Si hay algo que he aprendido es que no importa la cantidad de amigos, sino la incondicionalidad de los que se tenga. Y mi grupo de amigos era un fiel reflejo de eso; siempre estaban ahí para mí, tanto en los momentos difíciles como en los felices.
  Cuando empecé la secundaria, todo volvió a cambiar. El grupo de amigos que había formado volvió a separarse, cada quien se fue a un colegio diferente, obligándome a tener nuevamente otro comienzo. Para ese momento ya estaba harta de los finales, sin embargo, ya eran parte de mí, algo a lo que estaba acostumbrada y no por eso iba a dejar de salir adelante.
  Ya en segundo año volví a tener otro comienzo, una pelea por la cual pude conocer mejor a otra compañera, quien se hizo una gran amiga mía. Ese año fue bastante complicado, ya que tuve que empezar con tratamiento psicológico a causa de un tema familiar, y la pelea no ayudó mucho.
  Pero como ya he dicho, todo y todos cambian, por lo que uno debe acostumbrarse a estas situaciones. Como dicen, “es más fuerte quien se cae y se levanta, que quien nunca se ha caído”. Mi vida hasta ahora ha sido un fiel reflejo de esta frase, ya que sin importar la cantidad de veces que me caí, siempre volví a levantarme, sin importar cuánto me pudo haber costado.
  Mi tercer año fue algo diferente a lo que estaba acostumbrada; nuevas amistades, nuevas salidas, nuevas experimentaciones... Sin embargo, nada de esto parecía llenarme del todo, siempre sentía que algo me faltaba.
  Ahora me encuentro en quinto año, así es, el año en el que todos desean estar, el año del viaje de egresados, la fiesta... básicamente “EL año” para la mayoría de las personas. Pero esto no se aplica en mí. No, ha sido un año bastante duro para ser honesta. Como habrán de imaginarse a esta altura, todo indica un nuevo final en mi vida. Y así es.
  No voy a entrar en detalles, pero cabe destacar que en lo que va del año tuve que "despedirme" de personas a quienes consideraba grandes amigos. Pero, como siempre digo, de todo se aprende. Y sí, en este tiempo he aprendido bastante. El hecho de tener gente a mí alrededor criticándome en un principio me hizo parecer débil. Sin embargo, luego me di cuenta que lo único que esto generaba era hacerme cada vez más fuerte. Pude darme cuenta quienes me quieren de verdad, lo cual siempre me costó reconocer. A decir verdad, estoy casi que agradecida por todo lo que pasó; de no haber sido por ello, no tendría el grupo sólido de amigos que tengo hoy en día, gracias a que el alejarme de los demás implicó acercarme más a ellos. Personas simplemente increíbles a quienes les debo todo.


  Y sí, lo admito, el dolor de dejar atrás a personas que en el pasado significaron mucho es bastante grande. Pero así es como uno aprende, y este año definitivamente ha sido en el que más he aprendido. Muchos me juzgan y hablan de más, pero, ¿qué importa? Quienes en verdad me quieren no me juzgan y saben que mis malas decisiones no determinan lo que soy. No, una persona vale mucho más que eso...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario